domingo, 2 de abril de 2017

Mi vida

Se fue. Todo acabó. Con tan solo 5 años, una niña sin conciencia alguna no tiene porqué pasar por algo así. Una madre, con toda su ilusión de criar a su propia hija, una niñita que ella misma había creado en sus entrañas, no debería de morir sin tener la ocasión de ver su infancia. No debe irse sin tener que ir a esas asquerosas reuniones con los tutores; no puede dejar de existir sin tener esa ocasión de discutir con tu niña adolescente, por el simple hecho de que ella se crea mayor, y tu aún la consideres tu niñita del alma; una madre debería de tener el derecho de conocer al novio de su hija, y ponerlo a parir después; una madre debería tener el derecho de ir a la boda de su hija, y ver al fin que aquel novio acabó siendo buen partido. 
Una madre no debería irse hasta haberse convertido en abuela, y ver sus nietecitos correteando. Después de ver todo eso, una madre puede irse tranquila; pero no hasta entonces.

Hoy en día, todo el mundo conoce lo que es el cáncer. Muchos han tenido que sufrir por ello, otros muchos han tenido que dar el apoyo a aquellos que sufrían. Pero, ¿qué hay de los niños? Los niños también sufren por ello, incluso más que otras personas, los niños son los que más apoyo pueden llegar a dar. 
Ellos son, los que se enteran de todo, a la vez que de nada. Así que, si eres adulto, y estas pasando por algo parecido en tu familia, no te recomiendo mentir a tu hijo, diciéndole que papa está bien, pero que irá a hacer un viaje largo, o que mamá solo tiene un catarro, y que se pondrá bien, porque después de unos años os lo reprocharán, y la confianza que tanto os costó sembrar desaparecerá en unos instantes.

Es curioso como la vida da tantísimas vueltas. Ahora, a trece años ya después de lo sucedido, aquí estoy, viviendo con él, aunque el rencor me persiga. Sí, mi madre se fue, yo ni siquiera sabía que pasaba exactamente. Sabía que nada iba a volver a su ser, pero no que iba a pasar conmigo, y por lo visto mi padre tampoco lo tenía claro, así que me mandaron a vivir a donde mis abuelos al caserío hasta los 9 años.
La verdad es que fui muy feliz allí, no me faltaba de nada, me daban todo su cariño y su amor, la comida de mi abuela era la mejor, no lo sé, pero creo que allí me sentía parte de algo, la verdad. Mi estancia allí fue muy tranquila, correteaba por ahí con los perros y los ponis, y seguía manteniendo a mis amigas de la infancia. Por un momento, pensé que todo era perfecto, pero no era así. Me seguía faltando algo, algo muy valioso y muy mío, mi madre.

No podemos evitar lo inevitable supongo, pero si hacer lo posible para que todo salga bien, ¿no? No lo sé, pero tengo la sensación de que mi padre solo intentaba librarse de mí, no sabía que hacer conmigo, así que después de hacer la comunión me fui a vivir con mi tía, a otro pueblo, dejando atrás mis amigas y mi vida casi perfecta.

Unos meses antes de irme se lo comuniqué a mis amigas, y a mi sorpresa, recuerdo que no me volvían a dejar entrar en clase en los recreos hasta que fuese la hora, hasta que un día estallé y lloré, como una criaja que era, hasta no poder más. Entonces, vinieron y me dieron un regalito; era un cuaderno lleno de poemas, fotografías, números…de todo, para mí. Para que pudiese recordarles toda la vida. Y yo llorando como una despechada porque pensaba que no me querían, menuda idiota. JÁ.

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Mi vida no vale nada, ni el diablo intentaría sobornarme por ella.

Bueno, creo que va siendo hora de hablar sobre mi madre y los recuerdos que me dejó. Con ellos, intentó enseñarme lo que no pudo en persona...